21 de Diciembre de 1997

 

Mis queridos hijos,

 

Durante esta temporada de festividades, deseo que ustedes tomen tiempo y miren profundamente los rostros de sus seres más queridos, mientras examinan cada rostro, ¿han percibido la paz y la alegría que Jesús les trae o han permitido que la brillantez de Su luz haya desminuido? ¿Han ustedes, queridos preciosos Míos, alimentado el fuego del amor de Jesús dentro de sus familias con corazones compasivos y llenos de comprensión?

 

Este es el tiempo que ustedes celebran la paz.  Mis deseos para ustedes, queridos hijos, es que experimenten la verdadera paz que sólo Jesús puede colocar dentro de cada corazón. Confíen, pequeñas criaturas, y abran las puertas de sus corazones e invítenlo a entrar.  Es Jesús quien sanará los corazones rotos y refrescará las almas sedientas con la sanación de Su misericordia. Acójanlo con corazones agradecidos y permitan que la brillantez de Su amor emane desde cada alma. Paz, paz, hijos Míos, confíen totalmente puesto que muchos dones han sido derramados sobre ustedes.

 

 ¡Paz y amor!
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