18 de Julio del 2003

 

Mis Queridos Hijitos,

 

En la paciente práctica de aMaria Dios con corazones sinceros, se presentarán oportunidades de gran magnitud. Estas oportunidades son momentos llenos de gracia cuando el alma se traspasa así a Dios y la grandeza de la sencillez opaca todo lo de este mundo.  Se desarrolla en ustedes un apetito insaciable por las almas. Un instinto redemptivo brota de la profundidad de sus almas. La vida tiene más significado cuando esas semillas de amor, sembradas de mucho tiempo atrás por Dios en cada corazón, empiezan a madurar en grandes delicias. El dulce aroma de la santidad llena el aire como el alma, igual a un broto de una flor, empieza abrirse y emite la fragancia del amor divino.  ¿Comprendes lo que digo, hija Mía?

 

(Aquí cuando Nuestra Senora dice hija, creo que no solo me habla a mí, sino a todos Sus hijos.)

 

Lo siguiente fue la respuesta de la recipiente a Su pregunta. “O, Madre, en estos instantes es cuando me faltan palabras.  “Lentamente, Mi hija.”  Mi mente no concibe tanta elocuencia y mi pobre diálogo no es suficiente para siquiera atentar comprender.   Mi corazón late tan rápidamente como si mil palabras salieran de mi boca, pero solo la pureza de una mente sencilla sin las distracciones del mundo viene a mi corazón.  Es  solo sencillamente aMaria Dios sobre todo para que Su paz nos traiga verdadera paz y entendimiento a nuestras almas.  En nuestro deseo de ser hijos sencillos y santificados es cuando nos convertimos en el broto que espera el momento de la apertura.

 

(Ella sonrió hermosamente y dijo:)

 

 “Diles a Mis hijos que espero sus ramilletes de amor.” 

 

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